Las religiones monoteístas de Occidente han utilizado a los ángeles para ayudar a distinguir a los buenos de los malos, los espíritus benévolos de los malévolos demonios. En las culturas politeístas, las tareas que los ángeles realizan para nosotros corren por cuenta de los mismos dioses. Las funciones se tornan difusas.
Entre las grandes religiones de Oriente y en casi todas las culturas chamánicas, por ejemplo, existe un gran grupo de seres a los que se invoca para atender los detalles de la vida cotidiana: las cosechas, el clima, la fertilidad y otros temas de importancia. Sin embargo, rara vez se los percibe como guardianes personales; estos seres se ocupan más de asuntos que de individuos. En la India, por ejemplo, los "pitarah" son deidades domésticas, algo así como espíritus guardianes que cuidan que el hogar esté protegido contra la enfermedad, el hambre, la sequía u otros desastres. Entre las tribus pueblas del sudoeste norteamericano, el "kachina" es un espíritu vital que guía y beneficia; tal como el "wajima" es, para el aborigen australiano, algo próximo a un espíritu antecesor.
Todos estos son seres angélicos de un modo u otro. El hecho mismo de que los ángeles puedan aparecer de maneras tan diferentes, en distintos lugares y tiempos, emergiendo en culturas con frecuencia totalmente disímiles, sugiere que son una especie dotada de paciencia, perseverancia y un afinado sentido del absurdo. En el caso de los ángeles más conocidos de Occidente (los que conforman el grupo de los Diez Primeros) se nota su presencia influyente a lo largo de los siglos afectando el proceso humano de manera que, invariablemente, nos cambia. Es fascinante ver que a veces un mismo ángel, por ejemplo Samäel, ha sido considerado como fuerza del bien en una época y como demonio en la siguiente. Pero en general el tono de las relaciones angélicas ha sido de buen humor, exploración mística, elevada aventura y un nivel maravilloso, casi sobrecogedor, de amor incondicional. Veamos ahora a nuestra selección de ángeles más conocidos en el mundo occidental.
Miguel, cuyo nombre es una pregunta (¿quién es como Dios?), es sin duda el más conocido de los arcángeles superlumínicos. Es reconocido en las tres tradiciones sagradas de Occidente. Se cree que fue él quien se apareció a Moisés ante el fuego de la zarza ardiente, y quien rescató a Daniel y sus amigos de la madriguera de los leones. Para los cristianos es el ángel que informó a María de su muerte próxima. La tradición islámica nos dice que sus alas son del color de la "verde esmeralda, cubiertas de pelos azafranados, cada uno de los cuales contiene un millón de rostros y bocas y otras tantas lenguas que, en un millón de dialectos, imploran el perdón de Alá".
El Corán también pinta la conmovedora imagen de los querubines formados por las lágrimas de Miguel.
En los Pergaminos del Mar Muerto, Miguel emerge como el Príncipe de la Luz que libra una guerra contra los Hijos de la Oscuridad en la cual encabeza la batalla contra las legiones de Belian, el ángel caído.
Gabriel, cuyo nombre significa "Dios es mi fuerza", parece ser nuestro más frecuente visitante de los reinos elevados. Él dejó atónitas a María y a su prima Isabel, madre de Juan el Bautista, con sus pronunciamientos relativos al nacimiento de sus respectivos hijos. Para los seguidores del Islam, Gabriel es el Espíritu de la Verdad, que dictó el Corán a Mahoma. En la leyenda judía, fue Gabriel quien dividió las aguas del Mar Rojo para que los hebreos pudieran escapar de los soldados del faraón.
Según los testimonios judiciales de la época, fue Gabriel quien se presentó ante Juana de Arco y la inspiró para que auxiliara al Delfín. El aparente interés de Gabriel por el planeta se debe muy probablemente a su función de despertador celestial, el ángel de la transformación vibratoria.
Metatrón, según los místicos judíos, llegó a detentar el rango más alto de los ángeles, pese a no estar mencionado en las Escrituras. El significado de su nombre nunca ha recibido una explicación satisfactoria, aunque una interpretación es "el que ocupa el trono vecino al trono divino"; también podría derivarse del latín metator, encargado de guiar o medir.
Varias fuentes tradicionales aseguran que Metatrón ha sido el profeta Enoch, quien fue llevado al cielo y transformado en un ángel de fuego con treinta y seis pares de alas, para continuar los días como escriba celeste. Metatrón ha sido identificado también como el ángel liberador y el que luchó con Jacob, el que detuvo la mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo Isaac, y el que guió a los hebreos durante los cuarenta años en el páramo.
En ciertas escuelas de misticismo se lo considera el más alto de los seres celestes, y llegó a recibir el nombre de YHWH menor. En hebreo, las letras YHWH representan el nombre más sagrado e impronunciable de Dios. Así como Dios tiene muchos nombres, también Metatrón parece haberlos tenido; se creía que el uso de esos nombres proporcionaba protección y acceso a los poderes de este gran ángel. Yahhoel, Yofiel, Surya y Lad son sólo algunos de sus otros apelativos.
Uriel significa "fuego de Dios"; es clasificado diversamente como serafín, querubín, regente del sol, llama de Dios, presidente del Hades y, en su papel más conocido, arcángel de la salvación. Al igual que Metatrón, se dice que Uriel es uno de los ángeles de la Presencia, puesto muy elevado, pues sólo los ángeles de muy elevado voltaje pueden sostener la presencia de Dios. Se cree que Uriel ha sido "el espíritu que permanecía a las puertas del Edén perdido con la espada feroz". El libro de Enoch nos dice que fue a Uriel a quien Dios envió para que advirtiera a Noé de la inminente inundación; también está escrito que él reveló a Ezra los misterios de los arcanos celestiales, e incluso condujo a Abraham fuera de Ur hacia la región caldea.
Algunos aseguran que el divino arte de la alquimia fue traído a la Tierra por Uriel y que también fue este ángel quien dio a la humanidad la Cábala, esa tradición mística de los hebreos. John Milton describe a Uriel como "el espíritu de vista más aguda de todo el Paraíso". También apareció para reprochar a Moisés el no haber hecho circuncidar a Gershom, su propio hijo. ¡Vista aguda, en verdad!
Moroni es el ángel de los Santos de los Ultimos Días. Aunque parezca haber falta de ángeles americanos indígenas, en 1823 Moroni se presentó a Joseph Smith, en el estado de New York, y le hizo descubrir unas tablas de oro sepultadas cubiertas de densas inscripciones. Traducidas por Smith, nuevamente con la ayuda de Moroni, este texto se convirtió en El Libro del Mormón. En él se nos dice que, alrededor de 600 a.C., antes de la destrucción de Jerusalem, una familia judía huyó de la ciudad y llegó por barco a lo que hoy es América del Norte. Sus descendientes se transformaron en dos naciones: una, los antepasados de los nativos norteamericanos; la otra, perdida y desaparecida. Sin embargo, los registros llevados por uno de los últimos sabios de este pueblo desaparecido, nos dicen que Jesús se presentó a ellos después de su muerte en la cruz.
El nombre del anciano era Mormón, y fue su hijo Moroni quien sepultó las tablas con los registros de su padre alrededor del año 400 de la Era Cristiana. Según el relato, Moroni se une así a las filas de Enoch y Elías, transformados en ángeles, y sigue la tradición de Gabriel al ser el donante angélico de un libro de revelaciones. Hay una estatua de 12 metros de altura que representa a Moroni; le levanta en la cumbre de una colina cerca de Palmyra, New York, donde Smith descubrió las tablas enterradas. Muestra al ángel tal como se presentó, sin alas y vestido con una larga túnica. Smith, que fundó la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, describía a Moroni como "un ser de luz con un rostro como el rayo".
Melquisedec, el Sabio de Salem, es otro de los pocos casos conocidos en que un ángel elevado tomó un cuerpo humano, muy masculino. Según el Libro de Urantía, apareció unos 2000 años antes de Cristo completamente formado, anunciando que era un servidor de El Elyon, el Más Alto. Luego instaló un centro de enseñanza que dirigió personalmente durante noventa y cuatro años.
Fue Melquisedec quien entregó a Abraham la Alianza de Dios e introdujo el revolucionario concepto de la salvación por la fe pura en el pensamiento del planeta. Estableció un amplísimo programa misionero con centro en Salem, el antiguo emplazamiento de Jerusalem, desde donde enviaba a miles de misioneros que, literalmente, dieron la vuelta al globo.
Se cree que Melquisedec, llamado Sydik en la mitología fenicia, fue el padre de los siete Elohim, más ángeles de la Divina presencia. En el siglo III de la era Cristiana, un grupo de "herejes" que se hacían llamar melquisedecianos aseguraban estar en contacto con "un gran poder llamado Melquisedec, quien era más grande que Cristo". Su venida aquí, como sabio de Salem, parece haber sido un esfuerzo concertado de los celestiales para traer una luz muy necesaria a una época caótica y oscura, y para sembrar la simiente para el advenimiento de Cristo.
Ariel significa "león de Dios", y existe cierta confusión en cuanto al bando en que realmente está. Figura entre los siete príncipes que gobiernan las aguas y también es conocido como el Gran Señor de la Tierra; sin embargo, para el poeta John Milton, Ariel es un ángel rebelde, vencido por el serafín Abdiel en el primer día de la guerra celeste. Los místicos judíos utilizaron Ariel como nombre poético de Jerusalem en la tradición gnóstica, ese crisol de revelaciones de los dos primeros siglos de la era Cristiana. Ariel es el ángel que controla a los demonios y también se le ha asociado con el orden de ángeles llamados tronos; se sabe que ha asistido al arcángel Rafael en la cura de enfermedades.
John Dee, el mago, ocultista y astrólogo cortesano de la reina Isabel I, suponía que Ariel era una mezcla de Anael y Uriel, ¡lo cual lo instala entre los arcángeles superlumínicos!
Ariel hace una aparición en "La tempestad" de William Shakespeare, que bien pudo haber sido el motivo de que Percy Bysshe Shelley, el poeta del siglo XIX, gustara darse a sí mismo el apelativo de "ángel Ariel".
Israfel, cuyo nombre significa en la tradición árabe "El Ardiente", es a un tiempo el ángel de la resurrección y el canto. Según estos mismos relatos, Israfel allanó el camino a Gabriel sirviendo durante tres años de acompañante a Mahoma, a quien inició originalmente en el trabajo de ser profeta.
En una variante islámica del relato que hace el Génesis sobre la creación de Adán, Al{a envía a Israfel, Gabriel, Miguel y Asrael (el Ángel de la Muerte) en busca de siete puñados de polvo, necesarios para hacer al progenitor de la humanidad; según la leyenda, sólo Asrael regresó triunfante.
Edgar Allan Poe, el conocido escritor de poesía y obras de misterio, puso al pie de un poema una críptica referencia al "arcángel Israfel, las cuerdas de cuyo corazón son un laúd, y el que tiene la más dulce voz entre todas las criaturas de Dios". Otras descripciones lo presentan como un ángel de cuatro alas que, "teniendo a sus pies bajo la Séptima Tierra, su cabeza llega a las columnas del trono divino".
Raziel significa "secreto de Dios" y se cree que es un "ángel de las regiones secretas y Jefe de los Misterios Supremos". Según la leyenda, Raziel es el autor de un gran libro "donde está anotado todo el conocimiento celestial y terrestre". Cuando el ángel dio su volumen a Adán, algunos ángeles envidiosos se lo robaron para arrojarlo al océano. Una vez recobrado por Rahab, el ángel demonio primordial de las profundidades, el libro pasó primero a Enoch, quien aparentemente lo presentó como propio, y luego a Noé, que de él aprendió a hacer su arca. Se cree que también Salomón poseía ese libro, el cual le proporcionó sus extraños conocimientos mágicos y dominio sobre los demonios.
El Zohar (obra principal del misticismo judío) asegura que, en el medio del libro de Raziel, hay una escritura secreta donde "se explican las mil quinientas claves (para el misterio del mundo) que no fueron reveladas siquiera a los ángeles". Otros místicos judíos informan que "todos los días el ángel Raziel, erguido sobre el Monte Horeb, proclama los secretos de los hombres a toda la humanidad".
Rafael es quizás el más querido de todos los ángeles y el más representado por el arte occidental. Su imagen aparece en las telas de maestros tales como Botticelli, Tiziano y Rembrandt. Su nombre significa "Dios ha curado", y no sólo parece ser el alto arcángel encargado de curar a la Tierra, sino que, de acuerdo con el Zohar, "la tierra proporciona una vivienda para el hombre, a quien Rafael cura también de sus males".
Por cierto, la carrera de Rafael parece salpicada de misiones médicas: curó el dolor de la circuncisión a Abraham, que no había sido sometido a ese procedimiento siendo niño; fue luego enviado por Dios a curar el muslo del pobre Jacob, maltratado por Samael; y también se asegura que él dio a Noé, luego del diluvio, un apreciadísimo "libro médico".
Existe una leyenda según la cual, cuando Salomón pidió ayuda a Dios para construir el gran templo de Jerusalem, Rafael le dio personalmente el regalo de un anillo mágico con el poder de someter a todos los demonios. Fue con esa "mano de obra esclava" con la que el rey hebreo completó la construcción.
Rafael ha sido llamado "guía en el infierno"; después de todo, es allí donde la curación resulta más necesaria.
"No hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de salir a la luz." San Marcos 4:22
(Web: Angeles Amor)
No hay comentarios:
Publicar un comentario